Yo, Pachacamac, el Dios de todos y todo, buscaba un lugar de vida, un lugar donde al final empieza el principio, donde yo podría ser el centro de todos y todo, donde mi voluntad fuera eterna como la vida que pensé dispersar y que encontré, allí, justo allí, donde los rayos dorados y anaranjados caen perpendicularmente como una catarata de fuego que sin quemar, lo abraza todo, donde el mar de oxígeno azul despierta cada día a mis creaciones que envueltos en sueños de ríos, volcanes y las hamacas de césped fresco.
Pero me olvidé de algo, un mensajero fiel, capaz de acarrear el polvo de la creación de la vida, una entidad de por vida que no erosione como una piedra, ni se diluya como el agua, ni se disperse como el aire, seres que reproduzcan mi mensaje de vida a través de los años y para toda la eternidad, que transmitan a sus hijos y a los hijos de sus hijos la herencia de mi voluntad, que sea capaz de volar cerca al cielo y a la tierra, que pueda ser hermoso a los ojos, tierno, veloz para que no haya distancias ni los lugares prohibidos, que no sepa de violencia pero amor y que puede alimentarse del néctar de mis creaciones, de la misma esencia de todo lo que he creado. Yo dije Quimi y apareció mi mensajero, tu fundarás Quito, irás a la Mitad del Mundo, donde el oro del sol se desborda en una catarata, donde el cielo es azul intenso y la luna brilla en toda su blancura junto a las estrellas, donde el hombre estará cerca a mí y cerca al cielo, cargarás la estrella de ocho puntas como un símbolo que indica los lugares sagrados y darás al hombre el conocimiento y las escrituras, y permanecerás entre ellos a fin de mantener mi voluntad viva para siempre, y así que fue que Quito nació.
Vi a los hombres levantar templos, ofrecerme sacrificios, derribar los imperios, esclavizar, escuché sus gritos y su risa, de sol a sol, de luna a luna, levantando las ciudades, cambiando sus ropas, transformando su idioma, su comida, vi sus guerras y nacimientos, sus crisis y tiempos de prosperidad, sus madres e hijos y los veo ahora entre las torres y automóviles, teléfonos celulares y escuelas, campanarios y luces, bajo el mismo cielo azul intenso, la misma catarata de rayos anaranjados dorados, envueltos en los mismos sueños de ríos, volcanes, espejos de agua y hamacas de césped fresco. Veo a los vivos gozando de mi regalo, viendo a mi mensajero volar en sus jardines, entre sus flores, los veo asentados aquí en la mitad del mundo, delante de la imagen del Quimi, escuchando mi historia de ti y de todo.
Leyendas de Quito
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este es un sitio creado con mis gustos, pensamientos y sentimientos, quiero compartirlos con ustedes y espero que en algún momento se sientan identificados conmigo... todavía estoy divagando y aprendiendo...
Espero saber sus comentarios